viernes, 28 de mayo de 2010

Besteiro y mi otoño político - Jose Cobos Ruiz de Arana - 2008

DIARIO CÓRDOBA
Besteiro y mi otoño politico
20/09/2008 JOSE Cobos Ruiz de Adana
Hay quien afirma que, en la memoria del pueblo, el recuerdo de un acontecimiento o de algún personaje auténtico no subsiste por sí solo más allá de un par de siglos. El paso de la vida, eso sí de la vida que realmente merece la pena ser vivida, no se da en un continuo pasado-presente-futuro, sino en las vivencias que para nosotros existen en el tiempo. El verdadero crecimiento personal creo que, en buena medida, consiste en recuperar la memoria del tiempo, donde todo es o al menos parece verdadero y desde luego siempre es aquí y ahora. Dicen por ello que el Mito del Eterno Retorno de alguna forma viene a simbolizar el inevitable regreso a uno mismo, a la verdadera esencia de uno. Es lo que, a mí al menos, me pasa desde hace ya bastantes años, sobre todo cada vez que llega el otoño político, ya que como si de un tiempo mágico se tratara casi siempre me vengo a acordar de las mismas cosas y hechos. Resulta difícil establecer, dado el paso del tiempo, la diferencia entre uno y otro mes de septiembre. Este siempre trae a mis recuerdos los diferentes personajes o acontecimientos de tipo político y, entre ellos, cómo no, el de la figura de don Julián Besteiro , quien naciera como sabemos el 21 de septiembre de 1870. De igual modo, cada día 27 de este mismo mes del calendario, fecha de su fallecimiento en la cárcel de Carmona en 1940, su figura se engrandece para mí de especial manera, tal vez porque no fue un político al uso afortunado, pero que gracias a gente como él todavía la ética tiene sentido y un significado profundo en la política actual. Fue uno de mis referentes éticos y morales, como lo fuera también del senador Joaquín Martínez Björkman , mi siempre recordado amigo y compañero en tantos avatares y proyectos comunes en pro de la ciudadanía de nuestra tierra.
Ahora que tanto se habla y reivindica la memoria histórica, por la que se glosan acontecimientos y figuras de nuestro pasado más reciente, no quisiera que en este otoño se dejara de recordar, una vez más, a aquel alto dirigente republicano quien fuera virtual sucesor de Pablo Iglesias y que, sin duda alguna, se caracterizó por su extrema coherencia vital. De su vida y de su muerte poco se puede afirmar ya que no sea conocido por todos, entre otras razones por ser parte importante de nuestra propia historia. Tan solo recordar de él, como ya lo apuntara Julián de Zulueta , que cuando pudo haber salido de España, tal y como hicieran otros muchos dirigentes políticos tras la contienda, se negó a hacerlo, prefiriendo sufrir como padecieron tantos españoles y ser una víctima más en el holocausto de nuestra guerra civil. Como a otros hombres y mujeres de su generación, le tocó vivir un período muy convulso de la historia de nuestro país. Por ello, decidió implicarse en política, en lugar de haber continuado dedicado a sus tareas docentes. El ser alumno de la Institución Libre de Enseñanza, catedrático de Filosofía en los institutos de Orense y Toledo, de Lógica en la Universidad Central, dirigente socialista y de la UGT, presidente de las cortes de la II República, fueron tan solo algunas retazos de su enorme trayectoria vital. No pocas veces, él mismo se refirió a la suerte que le había deparado el destino al poner junto a él a personas de un nivel moral superior al suyo, a sus auténticos maestros. El tan solo trató de ser un guía para el socialismo que le tocó vivir, siendo norte todavía para algunos de nosotros. Tras el traslado del Gobierno a Valencia, fue el único que se mantuvo fiel junto a sus electores en el Madrid de los bombardeos. Después de presidir la Junta y de dar el golpe al Ejecutivo de Negrín , de ser el más respetado de los socialistas españoles pasó a ser considerado por algunos como un auténtico traidor. Capaz de enfrentarse al todopoderoso presidente canario, ahora por cierto rehabilitado en el último Congreso del PSOE por iniciativa de Izquierda Socialista, fue el único que no quiso dejar a su suerte a sus electores, compartiendo la misma hasta el final.
Una vez concluida la contienda, don Julián fue condenado por un tribunal militar a reclusión de por vida. Tanto en la farsa del juicio, como después en su tránsito por las diferentes penitenciarías del país, siempre se mantuvo el filósofo y político coherente que fue, con la dignidad y el compromiso que defendiera durante toda su vida. En el trance de su muerte supo morir de un modo igual de digno. No tuvo nada que rectificar y siempre tuvo su espíritu por superior a cuantos se pudieran acercar a él como consejeros y guías en ese último instante. Dejó un nombre respetable que, como él mismo afirmara en la carta última de despedida escrita a su esposa, Dolores Cebrián , algún día "habrá de imponerse a la consideración de las gentes. Y si ahora sufres el reflejo de la persecución desencadenada contra mí, justo es que más tarde recaiga sobre ti la consideración que, a mi parecer, se me debe". Y, desde luego, que no se equivocó con sus palabras. Hasta este final transcurrió su vida, la de uno de los políticos más atractivos del pasado siglo XX, por los más dramáticos años de la historia de España. En muchos de sus acontecimientos, fue actor principal y también, cómo no, protagonista.
* Catedrático

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