viernes, 28 de mayo de 2010

Julian Besteiro en Sigüenza - Javier Davara - 2009

EL AFILADOR


A mediados del mes de julio de 1930, Julián Besteiro, catedrático de Lógica de la Universidad de Madrid y presidente del partido socialista, relevante ejemplo de humanismo y tolerancia, iniciaba su acostumbrada estancia estival en Sigüenza, acompañado de su esposa Dolores Cebrián, en su habitual domicilio de la calle San Roque. Estaba seguro de encontrar en la bondad del verano seguntino un bálsamo para curar sus molestias respiratorias y restaurar su quebrantada salud.
En el lento y apacible discurrir de los días seguntinos, Julián Besteiro revive, con asombro y expectación, los singulares sucesos acaecidos en los últimos meses. El final de la dictadura de Primo de Rivera, un clamor creciente por la unidad de los partidos republicanos, la huida del campo monárquico de eminentes personalidades, además del progresivo descrédito de Alfonso XIII, hacían de la monarquía un régimen herido de muerte. En las calles soplaban alegres aires de republicanismo.
Como buen republicano, Besteiro se siente preocupado e inquieto. Desea fervientemente la instauración de la República y duda sobre la mejor manera de lograrlo. Unos, piensa con lucidez, los republicanos de nuevo cuño, apuestan por una acción drástica y radical basada en la unión de todos los grupos republicanos, la insurrección de los militares afectos y una urgente convocatoria de la huelga general revolucionario. Otros, como él mismo, los republicanos históricos, prefieren una fuerte y progresiva evolución política, caminando por senderos democráticos y participativos, donde lo republicano conserve su identidad y el socialismo obrero se sienta cómodo.
Desde su alejado observatorio seguntino, nuestro personaje, dudoso y crítico como buen intelectual, está en permanente contacto, tanto telefónico como epistolar, con sus compañeros socialistas y otros líderes del momento. Mucho le preocupan las noticias recibidas. Besteiro se siente presionado para formar parte de la nueva coalición republicana y medita su respuesta. Quiere colaborar, pero abriga un cierto recelo sobre el carácter burgués de sus posibles compañeros de viaje.
En los primeros días del mes de agosto su reposo veraniego se rompe repentinamente. Álvaro de Albornoz, notable líder del partido Radical Socialista, llega a Sigüenza para pedir a Besteiro la incorporación de los socialistas al inminente acuerdo republicano. Después de un almuerzo de franca amistad pero lleno de desencuentros, Julián Besteiro no toma ninguna decisión. Explica a Albornoz que deben ser los órganos estatutarios del partido socialista quienes se pronuncien sobre este importante asunto.
Poco después, la alianza republicana se materializa. El domingo diecisiete de agosto se reúnen, en el donostiarra Hotel Londres, quince relevantes miembros de los principales partidos republicanos. Entre otros acuden Manuel Azaña, Niceto Alcalá-Zamora, Alejandro Lerroux y Álvaro de Albornoz y suscriben el llamado Pacto de San Sebastián, un pacto entre caballeros, en palabras de Miguel Maura, con el único objetivo de implantar la República. También firman el acuerdo, a título personal, los socialistas Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. Todos ellos conciertan la formación de un Comité Revolucionario, para convocar la huelga general y coordinar el levantamiento militar. La burguesía satisfecha vislumbra el horizonte del poder.
A finales del mes de agosto, Julián Besteiro tras conocer lo acordado en San Sebastián, triste y disgustado por lo que considera arriesgadas maniobras conspirativas de los burgueses, interrumpe su estancia veraniega y abandona la ciudad. Nunca más volverá a Sigüenza. En los primeros días de septiembre se reúne urgentemente, en el Ateneo de Madrid, en compañía de su amigo y compañero Andrés Saborit, con Indalecio Prieto y Manuel Azaña, recién llegados de San Sebastián. Besteiro mantiene sus puntos de vista. Los socialistas no firmarán nada hasta que se acuerde en los Comités Ejecutivos del partido y de la UGT. No obstante, acepta el compromiso de sumarse a la huelga general una vez que el Ejército estuviera en la calle. Era su postura de siempre: “socialistas y burgueses deben andar juntos pero no revueltos”.
Lamentablemente para Besteiro, la división socialista se produce muy pronto. El diecisiete de octubre siguiente, el Comité Nacional del PSOE acuerda, por ocho votos frente a seis, participar en el Pacto de San Sebastián y la incorporación de algunos dirigentes socialistas al Comité Revolucionario Las tesis prudentes de Besteiro habían sido derrotadas.
En el mes de febrero de 1931, tras el fracaso del alzamiento militar republicano y de la huelga general en el mes de diciembre, Julián Besteiro, sin abandonar la militancia socialista, dimite de sus cargos en el partido. Su prestigio crece sin cesar. Su antigua imagen de dirigente socialista se difumina para dar paso a una figura ejemplar del escenario republicano. Un personaje adelantado a su tiempo en la defensa de un socialismo moderado y reformista, lejos de radicales actitudes revolucionarias. Al ser proclamada la II República Española en el mes de abril de 1931, Julián Besteiro obtiene un merecido reconocimiento al ser nombrado presidente de las nuevas Cortes Constituyentes. Estoy seguro que Besteiro, en el ejercicio de tan alta responsabilidad, recordaría con añoranza el refugio intelectual de sus veranos seguntinos dedicados al estudio de la filosofía y del socialismo.

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